Bueno, hoy no voy a hablar de papelajos y demás cosas que nos aburren soberanamente estos días, sino de algo que me parece alucinante y que dice mucho de la capacidad del ser humano para hacer cosas extraordinarias.
Reconozco que soy un amante de la ciencia y esa es realmente mi vocación docente, aunque no pueda ejercerla cuanto quisiera con mis alumnos (cosas de la organización de los centros), pero mañana me habría encantado comenzar mi hipotética clase de Cono o de Ciencias Naturales pidiéndoles a mis alumnos que encestaran una bolita en un vaso que tuvieran en su mesa, y luego después en otro que estuviera en la mía.
Y después les preguntaría si serían capaces de hacerlo, si tuvieran las fuerzas y habilidad suficientes y no hubiera edificios ni nada que lo impidiera, para encestar desde la clase en la plaza del pueblo, o en Madrid, o en Moscú, o en Australia… Difícil ¿no?
Pues hoy, hemos conseguido encestar una sonda, después de 10 años de haberla lanzado y después de recorrer más de 6.500 millones de kilómetros de distancia, en un pedrusco que va a 65.000 kilómetros por hora girando alrededor del Sol y que está a 510 millones de kilómetros de distancia de la Tierra.
¡¡¡¡¡¡ ffffuuuuuuuuu !!!!
No digo más. Hay cosas que vale la pena detenerse a pensar sobre ellas y comenzar el día orgullosos de lo que somos capaces de hacer.
A ver si, para una tontería de papeles con unas tablas más sencillas que los cálculos de estos científicos asombrosos, conseguimos acertar también en el centro de nuestro entendimiento y atinamos, al fin, con el éxito de nuestra misión espacial y temporal, jajaja.
¡Ánimo compañeros astronauto-didácticos!. Ya nos queda menos. La carretera es nuestra.
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